Lo reconocerás

Por sus mañanas en las que hasta el despertador duerme, el partido de fútbol con los amigos o el aperitivo de mediodía. Por las sábanas integradas en tu piel, o la cabeza pidiéndote a voces un analgésico. Lo reconocerás.

Por el desayuno que se convierte en un ritual sin perezas y exige pijama como uniforme en una tentativa de disfrutarlo más. Lo reconocerás.

Por tu humor convertido en canción en el murmurar de la radio encendida, la prensa más liviana, lecturas sosegadas y anhelo de volver a empezar. Lo reconocerás.

Por la vuelta del viaje, la antesala de la rutina, la agenda sobre la mesa y la promesa de organizarse mejor. Lo reconocerás.

Porque todos tienen en común el incomprensible hastío de la holgazanería: el domingo siempre ha sido el día para perder el tiempo más de lo habitual.

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