Sin viaje

Son las doce y la media mañana me pilla recogiendo mis cosas.
Hoy, mi maleta parece más pequeña, prefiere no cerrarse. En ella meto ropa, zapatos, libros, pinturas y algún que otro recuerdo de estos días. Unos días que no prometían nada y han acabado enganchándome de nuevo al pasado. 

Y bien sé lo que viene ahora, no soy primeriza en esto.
El exceso de equipaje es más un inconveniente que una ventaja. Ya me avisaron la última vez que si mi maleta volvía a pasarse del peso establecido no me dejarían viajar. Y así ha sido.

[…] Nunca tuve el valor suficiente para dejar tirado un bonito recuerdo en un aeropuerto.

Días grises.

Paseé nerviosamente de un lado a otro de la habitación, deteniéndome en dos o tres ocasiones frente a la ventana. El día estaba gris y grises eran también las personas que allá abajo, en la calle, se desplazaban de un lado a otro, movidas quizá por impulsos o intereses que no controlaban, como me ocurría a mi en aquellos instantes.